Hace unos días andaba yo fantaseando con la idea de
que Gila resucitara, se pusiera al mando del ejército y telefoneara a la
Moncloa preguntando y exigiendo con toda pertinencia y chulería: “¿Está el
enemigo? Que se ponga” y que después siguiera con la CEE, el club Bilderberg,
la OIC, la OMS y, ya puestos, que llamara también a Bill Gates y a Coalición
Canaria.
Terminé abandonado la fantasía porque solo podía
visualizar a Rajoy balbuceando incoherencias frente a los geniales disparates
de Gila y empezaba a resultarme penoso. A pesar de la carga de justicia poética
de un alzamiento contra un gobierno de derechas y de imaginar al comandante en
jefe reprochándole al presidente que su manera de hacer la guerra era poco seria,
la imagen de Rajoy conseguía quitarme las ganas de recrearme en mi particular
delirio.
La realidad, sin embargo, ha probado ser más osada
que mi imaginación, porque resulta que Tejero ha denunciado a Artur Mas por “provocación,
conspiración y proposición para la sedición”. No sé, igual hay algo en el aire
y lo he pillado, aunque no creo que sea la gripe.
Francamente, no entiendo a qué viene lo de soñar con
hacerles un consejo de guerra a nuestros gobernantes. La jurisdicción ordinaria
debería bastar, porque para eso estamos en una democracia y en tiempos de paz, ¿no?
La dictadura quedó atrás y ahora la gente no es forzada al destierro o al
exilio ni es ejecutada por tener ideas contrarias al régimen. Ahora, los españoles
decidimos libremente emigrar porque no podemos vivir aquí o nos suicidamos por
la misma razón, ahorrándole al gobierno la molestia.
Los estragos vienen a ser los mismos o peores, pero todo
es políticamente correcto y el Estado no se ensucia las manos perpetrando la
clase de crímenes que uno esperaría de sistemas políticos y países menos
avanzados. Que nadie diga que España no es un Estado social y democrático de
Derecho, como proclama nuestra constitución. O que lo diga y hasta que lo
denuncie si le viene en gana, ya que todos tenemos derecho a la Justicia si nos
vemos agraviados por los modélicos poderes públicos que nosotros mismos nos
hemos dado.
Es lo bueno que tiene la democracia, que nos da el
derecho y el deber de elegir libremente a nuestros verdugos y alternarlos cada
cuatro años. Y nosotros sin Gilas ni Garzones de repuesto y con un Tejero
cegato que sólo ha sido capaz de encontrar un traidor, cuando los hay a patadas
y mayores por todos los rincones del país. Menos mal que nos queda la copla y podemos
consolarnos cantando María de la O, que estaba igual de jodida que nosotros
teniéndolo tó.