Fantasías sobre la realidad y ocurrencias varias







lunes, 5 de marzo de 2012

AMORES DALTÓNICOS

Llegó a mi vida con los primeros días cálidos de marzo,  anticipando la primavera. Y verdaderamente ha sido como un renacer. Los días que hemos pasado juntas he vuelto a disfrutar de la caricia del aire en mi cara, de la fragancia de la hierba y de la luminosidad del mediodía.
Mis sentidos se han despertado y todas esas sensaciones me han hecho experimentar de nuevo una libertad alegre como no recordaba desde la infancia. Tengo ganas de cantar o de silbar a todas horas y no dejo de maravillarme del renovado vigor que se ha apoderado de todo mi cuerpo, llevándome a traspasar gustosamente la frontera que separa la fatiga de la extenuación.
En su compañía el tiempo se detiene y da paso al presente perpetuo, al goce máximo del aquí y ahora, donde la fantasía despliega su colorido hasta que la realidad huye sonrojada, donde el desafío es atendido en vez de desoído, donde el único paso seguro es la senda inexplorada.
Fue amor a primera vista, a pesar de lo poco que me gustó el color de su atavío. Su solidez y su elegancia me impactaron tanto que al cabo de unos días me había olvidado por completo del fucsia moteado de dorados que la revestía. De nada valieron los coqueteos de otras mejor engalanadas, ya me había robado el corazón y no pude hacer otra cosa que ir a por ella y llevármela a casa.
Se llama Marie-Antoinette, pero me deja que la llame Toñi. En realidad nunca me ha dicho si le gusta o no el diminutivo y como quien calla otorga la llamo Toñi, decido cuándo salimos de paseo y lo que se compra para la cena aunque lo acabe cargando ella. Y no es que no tenga carácter, porque más de una vez es ella quien marca el rumbo y soy yo quien sucumbe a la inercia de su empuje, lo que ocurre es que no solemos hablar. En parte porque nos entendemos con una mirada y en parte porque se trata de mi bicicleta y no puede.


Dedicado a Lidia. 

Advertencia: Cualquer parecido de esta historia con la de los novios de mis amigas es una feliz coincidencia que solo demuestra que hay una razón para que nos llevemos tan bien.

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