Fantasías sobre la realidad y ocurrencias varias







domingo, 12 de febrero de 2012

LA ALMENDRA AMARGA

Los investigadores han conseguido dar con un método de diagnóstico precoz del Alzheimer. Mediante el análisis de ciertas proteínas en el líquido raquídeo son capaces de establecer si la persona desarrollará o no la enfermedad en los próximos cinco años.

Esto le da al potencial enfermo la capacidad de tomar por sí mismo decisiones sobre el cuidado de su persona, tratamientos y otras disposiciones cuando aún está en condiciones de hacerlo con  lucidez. Por otra parte, esa posibilidad libera a sus cuidadores de tomar por el enfermo unas decisiones para las que no se sienten cualificados ni autorizados. Por todo ello, este descubrimiento ha sido considerado como un logro, a pesar de que no implica una cura de la enfermedad ni una forma de impedir o retrasar su desarrollo.

Los investigadores se felicitan por este avance porque entienden que el paciente aprovechará para poner en orden sus asuntos y que sus familiares no tendrán que vivir con la angustia de si están haciendo lo correcto o no puesto que las decisiones las habrá tomado el enfermo cuando estaba sano, aunque, en el día a día de los cuidadores, ese es el menor de sus problemas, con todo lo grave que es.

Este optimismo es una clara muestra de cómo ver el vaso medio lleno, en el mejor de los casos, o de cómo los árboles no dejan ver el bosque, en el peor. Me temo que sea lo último. Los investigadores, inmersos como están en sus estudios y cegados por el brillo de su descubrimiento han perdido de vista la realidad.

Y es que es mucho suponer que una persona, tras el anuncio de semejante pronóstico, sea capaz de tomar las decisiones adecuadas con lucidez. La lucidez es algo más que la ausencia de demencia, y desgraciadamente para nosotros es una cualidad rara. Invocarla en un momento de desesperación como ese no deja de ser un delirio cuando normalmente nos las apañamos sin ella la mayor parte del tiempo. Y si uno no se desespera en ese momento porque no sabe nada de la enfermedad tiene cinco largos años por delante para ir acumulando miedo, angustia y estrés.

Por otro lado, la ventaja para los cuidadores tampoco es clara y podría terminar jugando en su contra. Seguro que habrá mucha gente que se sentirá muy aliviada por no tener que tomar decisiones sobre el bienestar de su ser querido y a las que les abruma la responsabilidad de elegir entre varias opciones de tratamiento o de asistencia, cuando las hay. Pero también hay mucha gente que asume esa responsabilidad con la misma disposición con la que un padre decide cuidar y criar a un hijo, tomando las decisiones que haga falta tomar a medida que se vayan requiriendo. Hace lo que hay que hacer. Pero si el enfermo, tan falto de recursos como los cuidadores y los mismos médicos, ha dispuesto en un testamento vital algo que resulta inadecuado, dejará con las manos atadas a la persona que de otra manera podría haber puesto remedio a una situación indeseada.

La responsabilidad puede vivirse como una carga o como una manera de hacerse cargo de una situación. Cuando esa manera surge de nuestra propia auto exigencia ética, nada ni nadie nos podrá liberar de tener que tomar decisiones difíciles. El que nos lo impidan solo empeorará las cosas.

 Los científicos se han apresurado en mostrar su descubrimiento como una mejora en las condiciones de vida de enfermos y cuidadores. Imagino que el no dar con una cura tras tantos años de esfuerzo debe ser muy frustrante. Me pregunto si se dan cuenta de que hoy por hoy recibir un diagnóstico de Alzheimer a cinco años vista equivale a una condena de cinco años en el corredor de la muerte sin posibilidad de indulto. Hay cosas que es preferible no saber y ahora mismo no se me ocurre ninguna mejor que ésta.

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