Hoy la prensa económica se deshace en comparativas del coste del despido en España frente al del resto de países de la CEE y, oh, sorpresa! Resulta que es el más caro de todos. Desproporcionadamente caro. Pero esto nunca ha sido un secreto, lo que ocurre es que conviene airearlo ahora para que la reforma laboral “se entienda” mejor. Que maravillosa sintonía la de los periódicos y el Gobierno. Dan ganas de creer en la sincronicidad de Jung, en la existencia de las almas gemelas y en el retorno de Elvis, todo al mismo tiempo.
Ya tuvimos hace poco una señal de que prodigios como este se sucederían antes del advenimiento de la Reforma, cuando nuestro presidente presumía en Bruselas de lo que esta medida significaba. “ME va a costar una huelga general”, decía él tan ufano, con una sonrisa en toda la cara. No le va a costar al Gobierno, no nos va a costar a los españoles (que seremos quienes la paguemos en forma de días descontados y de cajas sin hacer), le va a costar a Él. Y lo dice con el mismo tono satisfecho del que dice “este deportivo de marca me va a arruinar en gasolina”. Habrá quien lo tome por un lamento, pero en realidad es jactancia. Y es que no hay nada mejor para apuntalar el recién adquirido prestigio en el patio del recreo de los chicos mayores que ir diciendo: “Soy tan presidente, pero tánto, que me hacen una huelga general. Chincha y rabia.”
Con tantas señales, tanto toque a rebato de campana y tanto ángel exterminador en la judicatura me había hecho ilusiones de que esta vez la cosa iba en serio. Pero por lo que van destilando a cuentagotas los medios, que en su sabiduría administran y dosifican la información, lo que tenemos delante no es el fuego purificador de un apocalipsis que devore los andamios podridos de unas estructuras desvencijadas, es solo otra vuelta de tuerca al mismo andamiaje chirriante. El despido seguirá siendo carísimo, tendremos más legislación, nuevos tipos de contrato, nuevas complicaciones y para rematar, rizando el rizo, el paro será compatible con el trabajo. Más peso para la estructura y más peligro para todos. En resumen: un disparate.
Ya está bien de tanto paternalismo. Si no nos podemos permitir negocios ineficientes habrá que replantearse si no es hora de acabar de una vez con las indemnizaciones desmesuradas por el lado de los trabajadores y con las deducciones, bonificaciones y exenciones de las empresas por el otro. Ni los trabajadores son funcionarios con derecho a plaza fija ni el Estado le debe nada a los empresarios porque hayan decidido aventurarse en un negocio.
Y los bancos y cajas, calladitos, cómo no, por mucho que tengan ganas de tirar cohetes. La ineficiencia es muy cara, y ahí han estado, están y estarán ellos, financiando el despilfarro mientras haya garantías y son los únicos beneficiados de este lamentable estado de cosas. En una economía saneada con unas empresas que se autofinancian, quién los necesita?
Y los bancos y cajas, calladitos, cómo no, por mucho que tengan ganas de tirar cohetes. La ineficiencia es muy cara, y ahí han estado, están y estarán ellos, financiando el despilfarro mientras haya garantías y son los únicos beneficiados de este lamentable estado de cosas. En una economía saneada con unas empresas que se autofinancian, quién los necesita?
Somos un pueblo inmaduro y esto se refleja en la manera en que se gobierna: amenazando y asustando primero, para acabar luego cediendo a caprichos y lloriqueos, con miedo de perder tanto el aura de benefactor munificiente como el amor de los gobernados. Y así llevamos siglos, sin osar ni querer emanciparnos del poder establecido, sin desafiar a Papá Estado. Mientras en el resto de Europa se quitaban de encima la autoridad de Roma y la de los reyes aquí nos pusimos todos de acuerdo (por una vez) para quitarnos de encima a los franceses. Lástima que lo hiciéramos tan bien y tan rápido, podíamos habernos aprovechado un poco más de la Ilustración.
Claro que, si uno lo piensa, es casi un milagro que hayamos llegado tan lejos con tanto lastre y habiendo empezado tan tarde. Igual aun estamos a tiempo de coger al toro por los cuernos y enderezar la situación. Por lo pronto, parece que lo del caso Urdangarín no se va a quedar en agua de borrajas. No es como cortarle la cabeza al rey (que Dios no lo permita), pero por algo se empieza. Y debería bastarnos. Somos también un pueblo muy imaginativo y una buena alegoría la procesamos divinamente.