La fiebre de la gripe me ha hecho delirar. Soñé que observaba cómo se comunicaba la gente y me daba cuenta de que todo el mundo lo entendía todo al revés. Incluso llegué a entender cómo se producía la confusión, aunque eso se me olvidó nada más despertarme. Lo que no me abandonó en todo el día fue la perplejidad que experimenté en el sueño. Los sinsentidos que se iban sucediendo se producían con una normalidad asombrosa y casi daba lástima ver a los funcionarios y los políticos (sí, había poder de por medio) esforzándose con toda su buena voluntad en contestar a una petición que no era tal o en resolver un problema que en realidad no existía. Pero no era su culpa porque una vez el mensaje llegaba a donde estaban se metamorfoseaba en otra cosa completamente distinta y ellos solo estaban haciendo su trabajo lo mejor que podían. Recuerdo que mientras observaba todo el proceso me preguntaba cómo era posible que no hubiera más guerras en el mundo si la cosa funcionaba así a esos niveles. Recuerdo también el agobio de reconocer que no había manera de subvertir aquello y de despertarme pensado lo de casi todos los días: que estamos vivos de milagro.
Pero lo que de verdad me irrita es haber pillado el tipo de virus que induce esta clase de pesadilla y no el que produce un sueño erótico en condiciones. O será que mis fantasías sexuales son tan sosas que no justifican el delirio que mi inconsciente reserva para otras extravagancias como la que acabo de describir. O que mi inconsciente y yo tampoco nos comprendemos y no terminamos de aclarar la diferencia entre follar un montón y montar un follón. Patético.