Fantasías sobre la realidad y ocurrencias varias







viernes, 22 de noviembre de 2013

POLITICOPATIAS PATRIAS


Andamos los españoles flagelándonos continuamente con la corrupción como si fuera un endemismo del que somos los únicos responsables, como si fuéramos los portadores de una plaga bíblica que justifica todo lo que se nos ha venido encima, como si no hubiera remedio para nuestros males porque llevamos esa tara encriptada en el código genético y solo nos quedara la resignación.

Y es todo propaganda. La corrupción existe en todas partes. Las elites dominantes han engañado siempre y en todo lugar. Ocultan su identidad, crean las grandes mentiras (sistemas monetarios, ordenamientos jurídicos, religiones) y, rizando el rizo, dejan a sus comparsas creer que son ellos quienes manejan el cotarro. Es aquí donde la idiosincrasia nacional colorea la forma de hacer las cosas. No en vano, la picaresca, gran invento del siglo de Oro Español, no sólo consiste en elaborar artimañas sino en desvelarlas.

Desde que nuestros políticos entraron en el gran juego europeo han sido conscientes de que nada de lo que hicieran iba a dar al traste con la estructura montada por las elites y como la autoinmolación no cuadraba con su filosofía (lo de dimitir es de flojos), pronto descubrieron que el mismo sistema se encargaba eficientemente de redimirlos, exculparlos o simplemente negarse a dudar de ellos. Pero resulta que nuestros Rinconete y Cortadillo de turno saben que lo que hacen está mal y creen en el fondo de sus infantiles y católicos corazones (sean creyentes o no) que merecen un castigo. No sólo lo merecen sino que lo necesitan pero el sistema perverso en el que andan metidos se lo niega haciéndolos prácticamente inimputables. De ahí que entren en una espiral desenfrenada de despropósitos, el siguiente mayor que el anterior y cada vez poniendo al descubierto más trampas del sistema. Igual que un delincuente que desafía a la policía a que lo atrape con un crescendo de crímenes cada vez más arriesgados.

Eso explica la desfachatez con la que se despachan y el desparpajo autóctono a la hora de extorsionarnos a todos. En el fondo es un grito de auxilio y de alerta. En el fondo lo que quieren es que alguien los pare, es como si gritaran: “que te estoy desangrando tío, haz algo, es que no me ves?”. Ellos son incapaces de actuar contra el sistema porque son parte de él. Lo único que pueden hacer es llamar nuestra atención, pero nosotros seguimos viendo a Rinconete y Cortadillo (y nos conformaríamos con darles una buena colleja) y no al abominable gigante que al parecer sólo veía el Quijote. Nuestros pícaros han puesto las cartas boca arriba hace tiempo. Nosotros llevamos demasiado con la boca abierta intentando explicar cómo es posible que haya más ases y más reyes de la cuenta y ya va siendo hora de romper la baraja. Al final habrá que darles las gracias. Y condenarlos, para que puedan por fin descansar.

viernes, 1 de noviembre de 2013

ECOLOGIA SUBVERSIVA


 
La Tierra necesita que la amen. No sólo necesita que nos preocupemos de distribuir las basuras en distintos contenedores (que en muchos casos van a parar al mismo vertedero). No sólo necesita que paguemos una tasa por la « huella de carbono » cuando cogemos un avión (aunque lo recaudado vaya a financiar proyectos no estrictamente relacionados con el medio ambiente). No sólo necesita que no despilfarremos agua y electricidad (aunque eso no haga ninguna mella en un sistema hidroeléctrico ineficiente). No sólo necesita que compremos productos biológicos (que son carísimos). Todo eso está muy bien, pero no es bastante. La Tierra necesita, sobre todo, que la amen.

Necesita que nos conmovamos contemplando su belleza, que nos admiremos observando los prodigios que se suceden cada día, al brotar la hierba, al abrirse una flor, o al madurar una manzana. Requiere que nos sintamos bendecidos y agradecidos, que le devolvamos la mirada amorosa con la que nos envuelve todos los días, tanto si la merecemos como si no. Porque el amor y el cuidado es lo único que ayuda a sanarla de los venenos que le administramos y a evitar que se auto regule con cataclismos devastadores. Porque el amor, el auténtico, es lo único que nos lleva a cuidar y a respetar y esa es nuestra única salvación como especie. De otra forma, se nos sacudirá un buen día de un plumazo y, libre de nosotros, volverá a encontrar la manera de generar vida.