El enorme y fiero dragón lanzó una llamarada
y dio un paso hacia la doncella. Sus ojos parecían rubíes incrustados en su
poliédrica testuz, tan facetados y duros como la coraza que la revestía. Sus
hoyares todavía humeaban cuando abrió sus fauces y habló.
-¿Se puede saber dónde te habías metido? El
té se ha enfriado.
-He venido en cuanto he podido escaparme. ¿Te
crees que es fácil librarse así como así de una docena de caballeros, un juglar
y cuatro damas de compañía? ¡He tenido que fingir un ataque de
astenia primaveral y luego descolgarme por la ventana de mis aposentos embutida
en este ridículo vestido que no hacía sino engancharse
a la enredadera!
-Oh, lo siento.
-Cada vez me lo ponen más difícil. Temo que
un día no pueda acudir a nuestro encuentro anual y entonces…
-No. Te las arreglarás. Siempre lo haces. Ese
es tu poder. Y yo estaré aquí, aguardándote. Presto a poner mi pecho a tiro de la
lanza de un guerrero digno. Solo espero que sepa reconocerlo…
-Lo harás. Solo tú conoces la melodía de su
corazón y eres capaz de oírla entre todo el mundanal ruido.
-Cada vez es más ensordecedor, ¿no te parece?
Si no fuera porque su corazón y el mío resuenan no sería capaz de distinguirlo.
Mira, por ahí viene uno. La armadura y los arreos de su caballo forman un
estruendo tan grande que se oye desde aquí. Y encima todo ese hierro no hace
sino crear interferencias.
-¿Es él?
-Está lejos todavía, no consigo captar nada.
Pero deberías apartarte un poco, él si puede vernos. O al menos finge que estás
espantada.
-Sabes que no puedo. La última vez que lo
intenté me dio la risa.
-Sí, no me lo recuerdes. Mientras mi sangre
fertilizaba la tierra y tu caballero luchaba contra su pánico, tú te
desternillabas. Si la escena no hubiese sido tan ridícula probablemente habría
que tacharla de impía.
-Oye, ya te dije que no lo hice adrede, ¿vale?
Lo que es una ridiculez es pretender que esté atemorizada por ti cuando soy
quien mejor te conoce solo porque el ego de mi guerrero no soporta que su valor
rivalice con el mío. Bastante tengo con dejarme rescatar después de vencer mil
peligros para llegar hasta aquí. Y encima voy a tener que bordar un tapiz del
tamaño de una pared recreando su hazaña, no te olvides de eso.
-Está bien, todo lo que tú quieras, pero
recuerda que tú eres su inspiración y si no es por ti él no estaría aquí
cumpliendo su parte en el ciclo.
-Y la cumple por las razones equivocadas, sólo
porque su deseo es más fuerte que su miedo.
-Ya, pero hasta que no comprenda su cometido
tendrá que seguir recreando esta historia. Yo también estoy impaciente porque
las cosas cambien; te aseguro que una lanza atravesándote el corazón escuece lo
suyo.
-Supongo que sí. Siento lo del té, te habías
tomado muchas molestias. Es una pena que no hayamos tenido más tiempo.
-No te preocupes, me temo que todavía habrá muchas
más ocasiones. Apártate un poco, ¿quieres? Nuestro guerrero se acerca y tengo que
recibirlo como está mandado, no hay duda de que se trata de él.
El dragón desplegó sus alas y elevando su
monstruosa cabeza lanzó un rugido que incendió las nubes. Mientras tanto, una
solitaria lágrima resbalaba por el rostro impasible de la doncella.