"Mujer, eres una víctima impotente.
Hombre, eres un asesino maltratador y violador.
Y que no se os olvide mientras estáis lejos de la tele"
La difusión de este mensaje ultrajante y venenoso es la principal función que cumplen los infames puntos violeta. Una afrenta a la ciudadanía sufragada con dinero público. Pagamos para que se nos insulte. El universo ficticio y virtual de todas contra todos y viceversa se materializa en toldos y carpas financiados por nuestros ayuntamientos.
El problema no es que la política esté corrupta y llena de vividores. El problema no es que paguemos impuestos para financiar majaderías con las que alimentarlos. El problema es que nos injurian y denigran a todos por igual y esa es la única igualdad que les interesa a los cínicos que nos gobiernan.
Nosotras las mujeres no somos unas doncellas estúpidas e inútiles que necesitemos supervisión, ni ser apoyadas, ni aconsejadas, ni acompañadas por otras hembras de la especie aparentemente desprovistas de esas taras. Y ellos, los hombres, no son unos criminales de la peor especie, son nuestros padres, hermanos, tíos, primos y amigos con los que convivimos y a los que amamos y respetamos.
Esto ha ido demasiado lejos y no se arregla votándole a nadie. Se arreglaría, tal vez, exigiéndole a los ayuntamientos que dejen de insultar a sus residentes y visitantes cada vez que se reunen pacíficamente en la calle o en las plazas.
Yo no voy a empezar ninguna campaña de recogida de firmas porque para quemarme en esa pira me falta la motivación adecuada. No tengo hijos ni hijas que justifiquen semejante sacrificio, ni tengo ya toda la vida por delante para contribuir a un futuro mejor para mi misma. Me tengo que conformar con el derecho al pataleo porque si no lo suelto reviento.