Hay que reconocer la genialidad venga de donde venga, así que hoy me toca quitarme la pamela, con gran chirriar de horquillas, ante el Ministerio de Economía y Hacienda. Supongo que la cercanía de las elecciones estimula la creatividad, pero eso sería quitarle mérito a la brillantez de la idea y no sería justo por mi parte. En el fondo, no sé qué me chincha más, si el oportunismo de la medida o el constatar que existe un potencial creador de primera magnitud que sólo se emplea de manera perversa y cuando conviene.
Resulta que han anunciado la ampliación de la deducción por mejoras que redunden en la eficiencia energética de la vivienda habitual. Esta medida, que entró en vigor en abril de 2010, se ve ahora corregida incrementando los límites de los ingresos que dan derecho a aplicarla y haciéndola extensiva a la segunda residencia. Dicen que la rehabilitación del parque inmobiliario del país tendrá un efecto maravilloso en el empleo y el crecimiento. Pues bueno, a falta de conocer los detalles del asunto, esta aparente rebaja fiscal para las sufridas economías domésticas se va a quedar en eso, en apariencia, ilusión o espejismo.
Mención aparte merece la cara de palo que se le habrá quedado con este anuncio al que no sabe cómo va a pagar la próxima cuota de la hipoteca de su única residencia y que ha visto recortadas sus deducciones. Pero vayamos ahora con los afortunados que pueden afrontar un gasto como el de instalar paneles solares en su dúplex, por ejemplo. Vaya, pues se salen del límite porque ganan lo que su trabajo cualificado vale, mala suerte chicos.
Tomemos entonces a los pensionistas, que ésos mucho no ganan y además, seguro que han podido ahorrar en el pasado y tienen una casita en la playa o en otro lugar. Pues sí, la tienen, pero se la tienen cedida a un vástago que no ha podido hacerse con una vivienda propia por la precariedad de sus trabajos. Probablemente, ni los progenitores ni los hijos puedan permitirse nuevas instalaciones más eficientes, pero si pudieran, sólo podría deducírsela el titular de la vivienda tras acreditar que ha hecho los pagos. O sea, que si el gasto lo asume el hijo, no lo podrá deducir y además expondrá a su padre a justificar sus ingresos ante Hacienda si le da el dinero para que sea él quien realice los pagos y obtenga así la deducción. Demasiadas complicaciones.
Vayamos ahora a los que no tienen unos ingresos demasiado elevados para el tope exigido y tienen una segunda residencia que alquilan (puede darse, cosas más raras se ven). Si acometen la mejora en la segunda residencia resulta que ese gasto ya es deducible de los ingresos por alquileres, dado que puede considerarse como reparación o sustitución o como gasto necesario para obtener los ingresos (porque le ha alquilado la casa a un ecologista furibundo que exigía esas mejoras para firmar el contrato, por ejemplo). ¿Va a ser compatible la deducción por este concepto con la consideración del mismo gasto como gasto deducible? Lo dudo, pero aunque así fuera, para los cuatro gatos que se van a poder acoger a ella en este país, poca mella le harán a las arcas públicas.
Total, que lo único que van a favorecer va a ser la picaresca, pero han conseguido contentar a los vigilantes del déficit público y encandilar a los ciudadanos, pasando de esa manera por artífices de medidas económicamente eficaces y sensibles con el medio ambiente cuando en realidad lo que están ofreciendo es algo así como “por la compra de un zapato del pie derecho le regalamos el del pie izquierdo”. Lo que no han contado es cómo esta medida puede ayudar a aflorar rentas no declaradas, como son las rentas imputadas por otras viviendas a disposición de sus titulares. Lo dicho: genial.
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