Fantasías sobre la realidad y ocurrencias varias







sábado, 19 de febrero de 2011

El nuevo mester de juglaría

La espiral de codicia en la que se instalaron las compañías discográficas en los 90 provocó no solo sonoras rupturas entre algunos artistas y sus sellos de siempre sino la sustitución del disco de vinilo por el compact disc. Éste último en poco tiempo resultó tener un coste de producción muy inferior al vinilo y sin embargo su valor en el mercado se mantuvo en los altos precios de sus inicios, generando para la industria unos beneficios astronómicos a los que no iba a renunciar. Los consumidores ya no podían permitirse adquirir música al mismo ritmo al que estaban acostumbrados y mientras tanto la industria, a base de costosísimas campañas (se lo podían permitir), no hacía sino exacerbar el mismo sentimiento de codicia en los destinatarios de sus mercancías, solo que dirigido a sus productos: había que conseguir ese disco. Así se propició la piratería y toda esta historia no es sino un ejemplo más de cómo la avaricia rompe el saco.
¿Pero el saco de quién? Por el momento, lo que resulta obvio es que los músicos se verán abocados a ganarse la vida como los juglares de antaño, volverán a cantar por las plazas (o los estadios) para llevarse a casa la recaudación del día. Los consumidores, en el peor de los casos seguiremos pagando un sobreprecio totalmente injustificado cuando compremos música, y en el mejor, nos veremos convertidos en mecenas forzosos vía canon digital cuando compremos un CD para poner a salvo las fotos de las últimas vacaciones. Vamos, que en el pecado nos va la penitencia. Pero ¿y las discográficas? Seguramente estarán forrándose con la industria informática y electrónica paralela a la suya, la que supuestamente le está hundiendo el negocio, o tendrán preparado algún otro invento para obligarnos a todos a sustituir o aumentar nuestro equipamiento de ocio.  ¿Habrá también justicia poética para ellos? Puede que China se encargue de administrarla pero poco importa ahora porque el daño ya está hecho.
Y es que lo verdaderamente lamentable de todo esto es ver a los artistas transitando el inframundo de la burocracia por los pasillos de la SGAE, cuando lo suyo es elevarse sobre los límites de la realidad y sustraerse a lo que la cotidianidad tiene de prosaico y de instrumental. Y si no es lo suyo, que se conformen con el canon digital. En cuanto a los otros, los que ni se molestan en preguntar cuántos discos llevan vendidos porque están muy ocupados componiendo, que se conformen con la gloria, como dice mi madre. Y es que hay algo que no ha cambiado desde la Edad Media: los creadores libres viven al margen del sistema, bordeando el límite y sin necesidad de red.

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