Cuando Clara llegó a la terraza donde habían quedado Julia estaba intentando encender un cigarrillo con el último aliento de gas del mechero. Clara la miró con aire reprobatorio y se dejó caer en una silla a su lado.
-Por eso te habías empeñado en quedar aquí con el frío que hace ¿no? ¿Pero tú no habías dejado de fumar?
-Estoy de los nervios. No veas la que me han montado en casa cuando por fin me he decidido a sincerarme con ellos sobre mi relación con Ana. Mi madre llorando, mi padre se ha ido dando un portazo y mi hermana me ha puesto la misma cara de asco que le pone a mi madre cuando hace carajacas.
-Ah. Vaya. ¿Y no sabían nada? ¡Pero si pasas más tiempo con ella que yo con mi marido!
-No, no lo sabían. He intentado ser discreta, sobre todo por ellos, porque a mí lo que piense la gente me da igual.
-Bueno mujer, tranquila, ya se calmarán las cosas cuando se recuperen de la sorpresa.
-Y mira que he ido dejando señales para que se fueran haciendo a la idea, que si un día una manifestación, que si otro la gorra de visera con el logotipo del movimiento, pero nada.
-Pues como para no darse cuenta. Yo hace tiempo que lo sospechaba y eso que no sabía que te habías vuelto activista.
-¿Ah, sí? ¿Tanto se me nota?
-Bueno, no es que sea algo evidente, pero siempre me ha parecido que tienes una mente muy masculina.
-Oye, esto no es sólo cosa de hombres, no me vengas con estereotipos de esos que ya he tenido bastante por hoy.
-Venga, no dramatices, ni que fueras la primera lesbiana que se enfrenta con los prejuicios de la gente.
-¿Lesbiana? ¿Pero de qué estás hablando?
-Pues de lo tuyo. ¿No me acabas de contar que has salido del armario?
-No Clara, yo lo que he hecho ha sido contarles que me he metido en política, en el partido de Ana.
-¿¡Que has hecho qué!?
Y a partir de ahí la escena con su familia le pareció un cuento de hadas. Sin el lastre de la emotividad familiar Clara pudo emplearse a fondo con ella y le puso la cabeza como un bombo. Incluso llegó a decirle que no la llamara hasta que se le pasara aquella locura. Debería existir una ONG para ayudar a los políticos a superar todo este rechazo, pensó Julia, porque hasta que no llegue a presidenta del país no me voy a poder costear tanta terapia.
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