La informática ha venido a recrear el funcionamiento de nuestro cerebro con más acierto del que pensamos. Los avances en la neurociencia van confirmando el parecido cuando debería ser al revés. Es como si los informáticos se hubieran adelantado a los neurólogos en su intuición sobre los procesos de la inteligencia y la memoria.
Con internet y algunos “misterios de la vida” está pasando otro tanto. Internet reproduce la tela de araña de la empatía humana por la cual todos estamos conectados con todos y nada se mueve en esa tela sin que la vibración llegue al último hilo de su trama. Las distancias no importan y todo tiene lugar en el mismo instante. Existe una conexión entre todo lo que respira en este mundo y la tecnología se ha vuelto a adelantar a la ciencia y a la filosofía en una idea feliz que vuela espléndida y libre sin que nadie se percate de su importancia. Ese entramado del que nos servimos todos los días y en el que operamos de manera inconsciente existe y la prueba de ello es cómo internet lo recrea.
A veces la mano se adelanta al lenguaje, como en una competición por ver cuál de las dos destrezas superlativas del hombre hace ganar mayor conocimiento. Cuando el logro proviene del pensamiento articulado el avance suele ser lineal y progresivo, pero cuando proviene de nuestra capacidad creativa de artesanos, del refinamiento tecnológico, se produce un salto magnífico al vacío hasta que el lenguaje consigue articular una red que sostenga la idea. Esa toma de conciencia es lo que posibilita que nos sea de utilidad y nos ayude a avanzar. Pero hoy día las conjeturas que se permite la ciencia son mucho menos osadas que las ideas que flotan en el aire. No se puede capturar un águila con un cazamariposas. Mientras tanto, nos maravillamos con el espectáculo de verla volar cuando podríamos surcar el aire en sus alas.
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