Me vuelvo de Madrid con la sensación de haberme olvidado de algo. No es la cámara de fotos, acabo de descubrir que nunca la metí en el bolso. Tampoco fue la llamada a mi familia de allí ni la promesa de tomarme una caña en la primera terraza que encontrara. No ha sido hasta que varias referencias al café a lo largo de esta mañana se han abierto paso en mi cerebro que he caído en la cuenta. Había estado en el Café de Oriente pero al parecer ni mi mitomanía ni yo nos enteramos.
Como tampoco se inmutó mi amor por las barras de bar antiguas con sus metales bruñidos, ni se dio por aludida mi pasión por el ambiente art decó de algunos rincones. Si hubiera ido sola me habría embebido en una contemplación casi religiosa que habría abarcado desde las patas de las sillas hasta las lámparas del techo pasando por el uniforme de los camareros.
Pero el caso es que no estaba sola sino tan bien acompañada que de lo único que podía ser consciente en aquellas horas era del deleite que me producía la reunión. Fue una tarde extraordinaria, llena de inspiración, reencuentros y hallazgos que daría para un par de libros sobre la serendipia o un cuento moderno sobre un milagro de Navidad. Cuando vuelva por Madrid tal vez deberíamos probar el Café Gijón, tengo curiosidad por ver si ahí también puedo tele-transportarme y ser en vez de estar. Y porque cualquier excusa es buena.
Esperanza, el Café de Oriente y el Café Gijón, son dos referentes del Madrid del que yo estoy enamorada. El de Oriente tiene todo el encanto de las connotaciones de un Madrid histórico que está donde está: ante el Palacio Real y todo lo que lo complementa, artísticamente hablando. Por si fuera poco, el Teatro Real casi le da la mano por la cercanía así que es un lugar de privilegio para tomar un café y sumirse en mil pensamientos castizos.
ResponderEliminarEl Café Gijón ya es otra cosa; está íntimamente relacionado con la cultura. Hasta hace no demasiado tiempo, fue lugar de tertulias literarias a las que asistían escritores reconocidos , periodistas y actores. Hoy, las cosas han cambiado en este sentido pero como dice el refrán: "Quien tuvo retuvo" así que , para mí, las visitas a este café, fundado por un paisano mío (De ahí el nombre), es siempre asegurarme momentos de riqueza íntima que no sé explicar. Algo así como acceder a un paraíso muy personal.
Tenemos que visitar este otro café, esperanza. Tiempo al tiempo. Un abrazo. Minervina.
Gracias por las referencias, Minervina. Me encantará perderme y encontrarme por ahí cuando sea. Besos.
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