Mi madre tuvo cuenta de Facebook antes que yo. Esto lo dice todo sobre mi interés por las redes sociales. También dice algo sobre los variopintos intereses de ella, pero ese no es el tema. El tema es que durante años he mantenido una resistencia numantina contra todo lo que supusiera un desafío a mis nulas habilidades tecnológicas. He ido sobreviviendo con lo justo para ir tirando en el trabajo y me he limitado al email y al teléfono para mantener el contacto con la familia y los amigos. Y cuando ya me creía a salvo de más fatigas cibernéticas mi hermano el mayor se queja de lo dolorosa y deficitaria que le resulta cualquier comunicación que no sea la del Facebook de marras.
Entonces me llega el momento de replantearme mi relación con él y concluyo que, efectivamente, la tortuga y el correcaminos no coinciden el suficiente tiempo como para mantener una conversación. A esta tortuga no le ha quedado otra que subirse en un cohete marca ACME, generosamente patrocinado por Mark Zuckerberg y salir en pos del pájaro obviando montañas inoportunas y precipicios ad hoc. Eso se traduce en que he tenido que renegar de mis principios y uno de sus pilares era no abrir una cuenta de Facebook. Cada vez que leía en internet que había habido un fallo en la seguridad del sistema se me ponía una sonrisa de triunfo que no había quien me aguantara y solo hacía que reafirmarme en mis creencias. Pues bueno, se acabó lo que se daba, heme aquí, expuesta a todos los contratiempos, novelerías y estropicios de la red, como una más y sin maestro armero al que quejarse. La parte buena es que he recuperado a mi broder y lo redescubro cada día en sus comentarios, sus fotos y sus videos. En parte es una faena porque me doy cuenta de lo mucho que lo echo de menos. Más que a mis principios, porque como dice el maestro Groucho Marx, tengo otros. Como no ver Titanic, o no votarle al PP. Con eso puedo vivir. Sin mi broder, no.
Me consuela ver que tengo un clon en lo que se refiere a las dificultades a la hora de entender de tecnología. Mi complejo era terrible pero acabo de consolarme con lo que leo en el texto de Esperanza. "Mal de muchos... consuelo de tontos", dice el refrán. Y , aunque no debiera ser así la cosa, a mí me hace efecto.
ResponderEliminarSi a lo dicho añadimos la fotografía del cuadro de Gustav Klimt, uno de mis pintores más admirados, celebro, y mucho, haber caído en la tentación de haberte leído, Esperanza. Minervina.
Un clon? Te aseguro que somos legión. Y si contamos a los que no saben manejar la cacharrería carísima que tienen ni sacarle partido a las aplicaciones el número se disparata. Gracias por tu comentario, Minervina.
EliminarA mí me pasa lo contrario. Yo no estoy en facebook *precisamente* porque lo entiendo.
ResponderEliminarRicky, acabo de rescatar tu comentario de la bandeja spam de blogger, a donde se había ido derechito (cosa que no entiendo, porque ya has comentado antes aquí), probablemente por blasfemo y pecador. Cómo osas decir que entiendes Facebook cuando sus designios son inescrutables?
Eliminar