Me pongo el bombín, agarro la sombrilla de
colores y me lanzo a otro capítulo de Economía Subversiva atendiendo a la
llamada del deber aunque sin malditas ganas.
Que conste que esto no tiene nada que ver con la paliza futbolera que
nos han dado los alemanes en lo más granado de la “Marca España”, noticia que,
incomprensiblemente, no tiene ningún eco en el dossier de prensa del Colegio de
Economistas de Las Palmas, pero de la que me he enterado gracias al señor
portugués que me cobra el almuerzo todos los días y que suele exhibir con los
clientes españoles una solidaridad ibérica que no nos merecemos en absoluto.
Esto tiene que ver con la majadería de nuestro
gobierno de desoír impertérritamente las voces autorizadas que alertan en
contra de la política de más recortes y más impuestos en las circunstancias
actuales. En serio, ¿se lo tenemos que dibujar o qué? Si hay que hacerlo se hace,
pero que sea algo sencillito, algo como la teoría de la servilleta de Arthur
Laffer, que además ya está hecho y no requiere conocimientos de física
cuántica. El tipo se lo dibujó a un político estadounidense allá por finales de
los 70 y triunfó.
Su gráfica viene a ilustrar cómo a partir de
cierto punto el aumentar los impuestos disminuye la recaudación fiscal. Si bien
es cierto que desde el punto de vista científico su teoría no es tal (y ya
puestos, ninguna teoría económica lo es, para qué nos vamos a engañar), no es
menos cierto que lo obvio no necesita mucha argumentación.
El siguiente paso, después de asimilar que no
se puede estrangular a la gallina de los huevos de oro, es reconocer que todas
las gallinas son igual de auríferas, aunque unas pongan (o le echen) más huevos
que otras. Llegamos así al tipo de sistema impositivo y a cuestionarnos por qué
el progresivo es más justo. ¿De verdad? ¿Quién lo ha dicho? En una sociedad
como la española, el que las rentas más altas carguen con tipos impositivos más
altos se traduce en lo siguiente: las rentas muy altas, generalmente no
tributan aquí, de una forma o de otra se las arreglan para no soltar un chavo,
las rentas altas y medias pagan un pastón y las rentas bajas muy poco o nada.
Pero sin embargo, los primeros agraciados (y únicos, porque cada vez hay menos
a repartir) en disfrutar de los beneficios del sistema, ya sea en forma de acceso
a vivienda, de acceso a guarderías, de acceso a enseñanza concertada, de acceso
a prestaciones de la ley de dependencia, etc… son precisamente los que menos contribuyen
a su mantenimiento. Lo siento pero esto es redistribución de la riqueza al
estilo Robin Hood, sólo que, encima, los ricos no son realmente los ricos, sino la sufrida,
expoliada y hundida clase media.
A lo mejor algún economista con más tablas que
yo (o un filósofo, o un poeta, o un jesuita, no tengo remilgos) puede
explicarme por qué es más justo un sistema progresivo que uno igualitario en el
que todo el mundo pague el mismo porcentaje sobre sus ingresos. Una tarifa
plana de la que no se libre nadie y que haga realidad el dicho de que “hacienda
somos todos”. De paso también podríamos acabar con bonificaciones, deducciones,
exenciones, diferimientos y demás gaitas eliminando un sistema hiper
complicado, (que sólo por su dificultad técnica podría ser hasta
inconstitucional), tramposo y mezquino.
Y, por supuesto, hacer lo mismo con las
empresas. ¿A santo de qué hay que subvencionarle a la empresa privada sus
gastos en investigación y desarrollo, por ejemplo? ¿Acaso la empresa va a ceder
al Estado las patentes que su actividad origine? ¿Entonces?
No es tan difícil. Con la información de la
que dispone la Administración se puede hallar el tipo impositivo de IRPF e
Impuesto de Sociedades que maximice recaudación y crecimiento dado el nivel de
renta del país -teniendo en cuenta también el IVA- y que minimice los estragos
en la capacidad ponedora de las gallinas. Igual hasta sobran otros impuestos
directos que, a parte de ser redundantes, sólo han servido para irse por la
alcantarilla de las haciendas locales (que desagua generalmente en los bolsillos de los
políticos y prebendados de las administraciones homónimas). Claro que esto
supondría desmantelar el disparate de las 17 sucursales del gallinero o sus
innumerables comederos municipales. Luego se quejarán de que las gallinas estén
flacas, con tanto viaje.
Pero oigan, que si lo que quieren es seguir
recortando, también tengo otras ideas geniales en las que nadie parece haber
caído y es que el quijotismo a veces nos ciega, porque, a ver, ¿cómo se
entiende que la AECID haya dado 700,000 euros a organizaciones no
gubernamentales de Guinea Ecuatorial –un país que está nadando en petróleo- en
2012? Y esto es sólo un pequeño ejemplo de la generosidad transfronteriza que
se permite nuestro gobierno mientras aquí se racanea con la factura de los
comedores escolares. Casi estoy por pensar que el desastre de la Champions se
amañó desde el gobierno para darles una alegría a los pobres alemanes, que tan
preocupados están con nuestras cosas. Si es que son unos alarmistas y no se dan
cuenta de que aquí estamos tan de puta madre que hasta vamos a seguir subiendo
los impuestos. Y olé.