Los pajarillos haciéndole los coros al timbre
de las bicicletas mientras el arroyo se los hace al ronroneo del motor de
explosión. Unos gatitos se relamen los bigotes a la luz de un claro
de luna en un callejón perdido al tiempo que un ragtime se escapa por la puerta
de atrás de un piano bar. Las campanadas de la iglesia marcan las horas igual
que las bocinas del tráfico de la hora punta y todo discurre en perfecto
artificio. La ciudad incrustada en la campiña florece como un injerto imposible. La belleza no da tregua ni en la más abyecta realidad, la muy de
ella.
De qué película estás hablando?
ResponderEliminarDe Ginebra en el mes de marzo. O de su banda sonora, mejor dicho.
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